Hubo un tiempo, ya lejano para todos, en el que se dejó de alzar la vista con asombro y admiración y se empezó a buscar otras cosas. Ocurrió cuando se comenzó a subestimar, descuidar y olvidar el espíritu, dejando que otras cosas ocuparan su lugar. Así es que se empezó a vagar en una búsqueda constante de placer y seguridad, en una huída continua del miedo, el dolor y las incomodidades que no te dejan sentir en paz.