¿Qué hacer en Ciudad de México?

 

Antes de comenzar a nombrarles los lugares visitados, queremos recomendarles que, para aprovechar mejor el tiempo a la hora de recorrer una ciudad –sobre todo si es grande como esta–, deben apuntar, dentro de sus celulares, todos los sitios que deseen ver directamente en la aplicación de Google Maps (a nosotros nos sirvió bastante).

Aunque no tengamos conexión a internet, podemos ver exactamente dónde se ubican tales puntos y si estamos yendo en la dirección correcta. También nos ayuda a planear mejor cada salida que hagamos por la ciudad. Por eso, si hacen clic sobre el nombre de los sitios recomendados, podrán obtener su ubicación en el mapa.

Cabe recalcar que nosotros permanecimos dos semanas en CDMX, sabemos que algunos viajeros cuentan con menos tiempo, por lo que es importante poner como prioridad los sitios que más sean de su interés, como por ejemplo: Las pirámides de Teotihuacán, el museo de Frida Khalo, Basílica de Guadalupe, museos, etc.

 

Recorrido por la ciudad

La Biblioteca Vasconcelos fue de los primeros puntos que visitamos, posee miles de libros para todo aquel que desee sentarse a leer. Su tamaño y arquitectura por dentro nos deslumbraron. Lamentablemente no permitían realizar fotos con cámaras –solo celulares–. Llegamos en metro, bajándonos en la estación Buenavista.

La Alameda Central es un enorme parque donde caminamos tranquilamente bajo sus árboles. Pasamos tanto de día como de noche. En ciertas horas pueden encontrarse con una mayor cantidad de gente. Se ubica cerca del Teatro Hidalgo, Museo Franz Mayer y el Museo de Memoria y Tolerancia; a este último no logramos ingresar, pero muchos lo recomendaban.

Donde sí pudimos ir, con solo cruzar una cuadra, fue al Barrio Chino. Abarca tres calles, aunque lo más característico se centra en la segunda. Allí compramos, por $10 pesos –USD $0,49–, el paquete de seis galletas de la fortuna. Nuestros mensajes fueron: “Prepararse, la buena fortuna viene en racimos” y “Usted hará el cambio para mejor”.

 

 

A un costado de la Alameda se visualiza el Palacio de Bellas Artes, para entrar es necesario ir temprano, ya que toma entre dos a tres horas recorrerlo completamente (con calma, claro). El Palacio cierra sus puertas a las 05:30 Pm. El costo de su ingreso es de $70 pesos –USD $3,43–, más $30 pesos –USD $1,47– por permiso de cámara. Hay un área de guarda equipaje, nosotros no pagamos pero nos permitieron ingresar la cámara por cuestiones de seguridad (sin sacar fotos, claro).

Los domingos la entrada es gratuita. El edificio es impresionante por fuera, y por dentro posee varios murales de Diego Rivera y Siqueiros, en determinadas horas hay guías que dan una explicación gratuita acerca de las pinturas y sus significados.

También existen otras salas temporales y permanentes (algunas permanecieron cerradas durante nuestra visita). Tuvimos la oportunidad de ver una muestra llamada Tesoros, se trataban de cuadros, vasijas, platos y bandejas provenientes de España remontadas alrededor del año 1200.

 

Es común observar a personas tomándose fotos a las afueras del Palacio, ya sea durante el día o la noche. En ocasiones se realizan distintos tipos de ferias a un costado del edificio. Un día nos topamos con una de libros.

Muy cerca se encuentra el Palacio Postal, un edificio antiguo e imponente que terminó de construirse en 1809 durante el mandato de Porfirio Díaz. Posee un museo ubicado en el segundo piso. Su acceso es gratuito, aunque abre únicamente de lunes a viernes, entre las 10:00 Am hasta las 12:00 Pm –sí, ese horario no cuadra–. Al ser fin de semana, solo logramos ver una parte de la planta baja (A pocos pasos descansa el Museo Nacional de Arte, también gratuito los días domingos).

 

 

 

Junto al Palacio Postal descubrimos el Paseo de la Condesa, un pequeño pasillo con venta de libros y artesanías. Al salir, aparece de frente la Casa de los Azulejos, actualmente es un restaurante. Pudimos pasar para conocerlo, fotografiarlo por dentro y asomarnos a sus balcones. A un costado pasa un callejón –llamado Condesa– muy concurrido y fotogénico donde la mayoría de extranjeros paramos para sacarle provecho a la cámara.

 

 

 

Al otro lado nos encontramos con el final (o el inicio, depende de hacia dónde nos dirijamos) de la Calle Madero, en realidad es una peatonal por donde circulan artesanos, cantantes, muñecos de personajes reconocidos –como los de Coco– que te invitan a tomarse una foto juntos, restaurantes, heladerías, gente local y muchos turistas. La recorrimos en el día y en la noche.

Si apuntamos la mirada hacia la izquierda, ante nosotros surgirá el enorme edificio de la Torre Latinoamericana, conocido por su Mirador Torre Latino. El costo del boleto oscila entre los $100 o $200 pesos –USD $4,91 o $9,81– No tuvimos la oportunidad de ascender, pero, viendo una vez más el Palacio de Bellas Artes enfrente, atravesamos la avenida que nos separaba y fuimos testigos del gentío que cruza diariamente por aquí; dicen que es de las más transitadas –por personas– del país.

 

 

Si regresamos a la Calle Madero y avanzamos hasta su otro extremo, nos topamos de frente con el Zócalo de México (llamado también Plaza de la Constitución). No pudimos apreciarlo del todo porque se estaba efectuando una feria, la explanada estaba llena de puestos de ventas.

 

 

En esta parte es común ver personas ofreciendo platos a la carta para sentarse en las terrazas de los edificios que se hallan enfrente del Zócalo. Los precios son más caros de lo habitual por la vista que ofrecen del Centro Histórico.

Si buscan algo más económico, pregunten por un sitio que ofrezca comida corrida (son almuerzos). Allí mismo nos condujeron a uno que, para entrar, debíamos pasar por una joyería y subir unas escaleras. No contaba con vistas, pero pagamos solo $65 pesos –USD $3,19– cada uno.

A escasos metros se ubica el Palacio Nacional, lugar donde pueden observar murales de reconocidos artistas mexicanos como los que se muestran en el Palacio de Bellas Artes.

 

Otro punto turístico cercano, es la Catedral, desde la entrada luce enorme y llamativa, tanto por fuera como por dentro. El ingreso es gratuito, lo primero que nos sorprendió fue el péndulo que cuelga del techo.

 

 

Su función es registrar el centro actual de la iglesia. En fechas anteriores, la mitad estuvo ubicada en otros puntos (allí mismo se encuentran registrados). Aseguran que si el péndulo llegase a moverse hacia uno de esos puntos, sería un peligro, significaría el colapso de la Catedral –se quebraría en dos–, debido a que parte de la ciudad fue construida sobre agua (por tal razón colocaron un sistema hidráulico por debajo de la Catedral).

Sus grandes órganos –que aún funcionan– también son destacables, son de los más grandes del continente y llevan dos siglos en el mismo lugar.

 

 

 

Detrás de la Catedral, se encuentra el Museo del Templo Mayor, considerado como uno de los edificios religiosos y políticos más importantes para los mexicanos –en aquella época, alrededor de 1420–. Lo característico de este edificio (y de la mayoría de culturas prehispánicas) es que fue ampliado siete veces, con cada período de gobierno se construía una pirámide encima de la anterior. Se estima que en la última ampliación –antes de ser destruida, cerca de 1520–, tenía aproximadamente 45 metros de altura.

El ingreso cuesta $70 pesos –USD $3,44–, y vale la pena si se quiere conocer más sobre la historia de las antiguas culturas mexicanas. Una vez dentro, se camina sobre unas plataformas angostas mientras se observa el sitio arqueológico. Aconsejable llevar gorra porque solo unas pequeñas partes se encuentran techadas.

 

 

Luego se entra a un museo de tres pisos, dividido en dos áreas (en representación al antiguo templo), donde siguen contando sobre sus antiguas costumbres y significados. Una escultura imperdible es el monolito a la diosa Tlaltecuhtli, tallada en roca volcánica, pintada con distintos pigmentos minerales y vegetales; hallada recientemente en el 2006 (no les contamos más para vayan y se sorprendan).

 

 

Una tarde completa le concedimos a la Basílica de Guadalupe, existen distintas formas de ir, nosotros optamos por la más económica: en Metro. Partimos muy temprano por la mañana. Hicimos un cambio en la estación Deportivo 18 de Marzo y descendimos en la siguiente, llamada La Villa – Basílica.

Desde allí nos dirigimos a pie hacia nuestro destino final. Desde lejos deslumbraba el Templo Expiatorio a Cristo Rey (por dentro se pueden apreciar enormes cuadros de siglos pasados).

 

 

El edificio de la Basílica es circular y de gran tamaño. Al entrar notamos que se estaba llevando a cabo una misa para el público en general. En el piso superior se efectuaban pequeñas misas individuales (habían varias capillas). Al fondo descansaba el famoso cuadro de la Virgen de Guadalupe. Devotos, turistas y curiosos permanecían un largo rato contemplándolo. A muchos se les resbala una lágrima mientras mantenían la mirada fija hacia la imagen.

*Dato histórico: El 14 de noviembre de 1921 hubo un atentado aquí, un desconocido llevó un ramo de flores que contenía una bomba dentro. El altar quedó destruido, sin embargo, el cuadro no sufrió ningún daño. Este hecho se lo conoce como el Santo Cristo del Atentado.

 

 

 

 

Hay un buzón donde las personas pueden depositar sus cartas, como la de mi mamá, un sobre que nos acompañó desde que salimos de Guayaquil –un año atrás–. Las tiendas de souvenirs abundan dentro y fuera de la Basílica. Un sacerdote se encarga de bendecir las cadenas, cuadros, estampillas, pulseras, adornos que se compran en dentro del lugar.

Se pueden obtener visitas guiadas si se reserva con anticipación. Por ser día lunes, el museo se encontraba cerrado, pero visitamos la Parroquia de las Capuchinas, la Imagen de Cristo –una estatua de considerable tamaño– y los demás templos que se ubican en la zona, como El Pocito, Jardín del Sagrado Recinto, la Capilla del Cerrito (cerro del Tepeyac), donde el 09 de diciembre de 1531, la Virgen de Guadalupe se le apareció por primera vez a Juan Diego –fueron tres en total–. En este punto también fue donde él recogió las rosas del milagro.

En unas horas terminamos de recorrer todo el lugar, antes de regresar a casa, aprovechamos para almorzar en un mercado diagonal a la Basílica, donde se puede comer delicioso con poco presupuesto.

Otra mañana nos dirigimos hacia el centro de Coyoacán, específicamente a la Fuente de los Coyotes. Se trata de un barrio bohemio, tranquilo (de hecho, muchos nos recomendaron alojarnos en este sector), para caminar a gusto entre cafeterías, restaurantes, bares –frecuentados más durante la noche–, sitios culturales y antiguas casas con historia, como la de Hernán Cortéz y la Malinche.

También posee la Parroquia San Juan Bautista, de las más antiguas del país, cuya construcción se finalizó en 1552. Caminamos hasta la Plaza de la Conchita, donde dicen que a altas horas de la noche aparece el fantasma de una novia frente a la iglesia.

 

 

 

 

El punto más visitado del barrio es la casa azul Museo de Frida Kahlo. El ingreso tiene un costo de $200 pesos por persona –USD $9,84– (con el boleto puedes entrar gratis a un museo estudio de Diego Rivera, su ubicación es alejada), más $35 –USD $1,72– por tomar fotografías con celular o cámara. Las filmaciones de cualquier tipo están prohibidas.

Deben saber que, si llegase a llover con intensidad, pueden cerrar momentáneamente el museo, ya que no hay techos para cruzar de un espacio a otro (aunque entregan paraguas). Es aconsejable ir temprano y entre semana para evitar la aglomeración de gente.

 

 

Pese a la crítica que ha recibido Frida como artista, nos gustó el museo porque aprendimos más sobre su vida y trayectoria. Como la grave enfermedad que la atacó de niña, dejándola con una pierna más corta que la otra, o el terrible accidente que sufrió de joven, cuando un tren chocó con el bus donde viajaba, dejándola con serios problemas en la espalda y la imposibilidad de tener hijos. O su inclinación hacia el comunismo; en una ocasión recibió a León Trotski en su hogar (cerca de allí se encuentra también su casa museo).

El museo es para observar y recorrerlo con calma, para ver sus trajes típicos provenientes de Oaxaca, donde los armaba de tal forma, que centraba la atención de los demás desde su cintura hacia arriba. Algunos diseñadores de moda de la época se inspiraron en ella para lanzar colecciones.

 

 

La Condesa es otro barrio donde vale la pena caminar y perderse entre sus calles, posee varias cafeterías, parques y turistas recorriendo la zona con total calma, nosotros lo hicimos y llegamos hasta el gigantesco Bosque de Chapultepec, el cual alberga cerca de cuarenta mil árboles de más de 100 especies diferentes.

 

 

 

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Denisse Espinoza