Familias en México se unen para salvar un bosque y crear un refugio de luciérnagas

El urbanismo salvaje y la contaminación lumínica han llevado a las luciérnagas al borde de la extinción. En todo el mundo, la deforestación y el crecimiento urbano amenazan a más de dos mil especies de luciérnagas.

Estos insectos han sido considerados desde siempre un pequeño milagro de la naturaleza. Como si anunciara que está a punto de suceder un gran espectáculo, la luminosidad de un relámpago rompe por un segundo la oscuridad. La lluvia es constante y tenue. Minutos después, miles de luciérnagas iluminan los senderos e inician su ritual de apareamiento que cada verano ocurre en el bosque Piedra Canteada, en el estado de Tlaxcala.

Los minúsculos insectos —de entre cinco y 25 milímetros— vuelan entre los grandes árboles de oyamel, pino y encino que dan forma al bosque templado, su hábitat permanente gracias a la humedad y la alimentación que les ofrece durante su etapa de larvas. Cuando llegan a la edad adulta, las luciérnagas (lampyridae) iluminan el lugar.

El bosque Piedra Canteada

Ocupa una superficie de 630 hectáreas del municipio de Nanacamilpa, pertenece a 40 familias del ejido de San Felipe Hidalgo, en la zona centro de México.

Hace tres décadas, los integrantes de estas familias se organizaron e iniciaron una lucha para poder adquirir estas tierras forestales y dar forma a un proyecto que les permitiera crear sus propias fuentes de empleo.

Consiguieron su objetivo: hoy tienen un proyecto integral que les permite obtener recursos económicos del aprovechamiento sustentable de los recursos naturales. La mejor muestra de su logro es la presencia de las luciérnagas que vuelan parpadeantes en su bosque

Las que brillan son las hembras, más grandes, que iluminan su abdomen gracias a una reacción química producida de forma natural en el interior de su cuerpo 

El éxito de la iniciativa tardó en llegar 11 años. En 2011, Piedra Canteada, un área de más de 200 hectáreas que ofrece las condiciones ideales de humedad y alimentación para las larvas, dio la bienvenida a los primeros turistas intrigados por este fenómeno sorprendente. Hoy en día, cuentan los habitantes del parque, las tiendas, caravanas y alojamientos de la zona se llenan con semanas de antelación.

Se ha convertido en un verdadero santuario, con reglas muy estrictas y el acceso limitado para evitar contaminar el hábitat de las luciérnagas y poder asistir en completo silencio y en la oscuridad, a la danza de la luz.

Un refugio para los “bichos de luz”

Es un día de finales de julio cuando Juan José platica la historia de Piedra Canteada. También recuerda que desde niño miraba a los “bichos de luz”, como les dicen a esos insectos que tienen la capacidad de bioluminiscencia, es decir, pueden generar luz fría.

“Siempre he visto luciérnagas; para mí es normal mirarlas. Yo nací, crecí y ojalá me muera acá”, dice Juan José. Y como si fuera un biólogo, explica que el crecimiento de la mancha urbana ha reducido su hábitat.

El avistamiento dura alrededor de una hora y no se da con la misma intensidad en toda la extensión del bosque. En la parte más alta, los destellos de luz se observan en menor cantidad. “No sé por qué. A pesar de que hay mucha información sobre las luciérnagas, también hay cosas que no se saben”, comenta Juan José.

En eso coincide el doctor Santiago Zaragoza Caballero, investigador del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En su más reciente artículo, el especialista en luciérnagas destaca que a pesar de ser muy llamativas, por su capacidad de bioluminiscencia, su estudio taxonómico, biológico y ecológico es aún pobre en todo el mundo.

El entomólogo resalta que a estos insectos, de la familia lampyridae, se les puede encontrar sobre todo en las zonas relativamente húmedas. A nivel mundial se han documentado alrededor de 2200 especies incluidas en 110 géneros.

En México hay registros de alrededor de 200 especies de luciérnagas presentes, sobre todo, en tres estados: Veracruz, Oaxaca y Chiapas. En un reciente artículo, titulado “Luciérnagas del centro de México”, publicado en la Revista Mexicana de Biodiversidad, Zaragoza Caballero documenta 37 nuevas especies presentes en la Ciudad de México, Estado de México, Hidalgo, Morelos, Puebla y en Tlaxcala, estado donde se encuentra el bosque de Piedra Canteada.

Fernando Arce, entomólogo del Instituto Politécnico Nacional, destaca que la presencia de luciérnagas y, sobre todo que exista una población importante, es un indicador de la buena salud del bosque.

Las luciérnagas, destaca, habitan Piedra Canteada porque sus propietarios decidieron no seguir con una actividad maderable sin control.

Trabajo colectivo en el bosque

Una vez que los integrantes de la sociedad lograron adquirir el bosque, los socios iniciaron su trabajo. Entre las acciones que han realizado está un Programa de Manejo, el cual fue aprobado en 2013 por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y tiene una vigencia de diez años.

En el programa se establece en qué áreas se puede realizar aprovechamiento maderable y cuánta madera se puede extraer, sin afectar el bosque. El año pasado, de acuerdo con los informes del directivo, se aprovecharon 62 hectáreas, de las que se obtuvieron 1500 metros cúbicos de oyamel, 800 de pino y 600 de encino.

En esta sociedad se asume, de alguna manera, que el bienestar individual se deriva del bienestar común. Aunque los socios podrían dividir las hectáreas del bosque, decidieron que trabajar en conjunto es mejor.

Con esa idea de colectividad, y para diversificar las actividades económicas, en 2002 destinaron ocho hectáreas del bosque para desarrollar un proyecto de ecoturismo que tiene como protagonistas a las luciérnagas. Esta iniciativa fue la primera que se desarrolló en el estado de Tlaxcala.

El ecoturismo les permitió crear ocho empleos fijos. Cada verano, durante la temporada de avistamiento de luciérnagas, contratan a cerca de 120 personas para trabajar como camareras, cocineros, meseros y ayudantes en general. Además, dan trabajo a 60 guías que orientan a los visitantes en el recorrido por los senderos del bosque.

Beneficios ambientales y sociales

En mayo pasado, los propietarios de Piedra Canteada obtuvieron la certificación del Forest Stewardship Council (FSC), organización no gubernamental global dedicada a promover el manejo responsable de los bosques a nivel mundial.

La coordinadora de desarrollo de negocios de la FSC-México, Tania Libertad Caro Linares, explica que esta certificación se otorga cuando se cumple con los principios básicos en el manejo forestal, los cuales además de garantizar que se produce madera en forma sustentable, también se evalúa el respeto a los derechos laborales, la equidad de género y la transparencia.

“Se toma en cuenta que las personas dueñas de los bosques o quienes se sostienen de él, vivan de manera digna y hagan un manejo responsable, para que se pueda seguir en los siguientes años”, señala.

La certificación de FSC no es un premio —aclara el presidente del Comité Ejecutivo de Piedra Canteada—, es un reconocimiento que tiene un proceso en el que se evalúan 130 criterios para garantizar que sus productos tienen su origen en un bosque bien manejado y que proporciona beneficios ambientales, así como sociales y económicos para todos los socios y, en forma indirecta, a las poblaciones vecinas.

Piedra Canteada no es un parque administrado por el gobierno, sino una cooperativa rural que se las ingenió para salir de la pobreza y abandonar la tala con la ayuda de estos animales.

Tras el éxito de esta comunidad, otras realidades rurales de la región se están planeando hacer lo mismo, y algunos biólogos les están ayudando a entender qué técnicas y sistemas de sostenibilidad ecológica adoptar.

COVID impone nuevos retos

En este 2020, Piedra Canteada tuvo que poner en pausa su centro de ecoturismo como consecuencia de la pandemia del COVID-19. El 15 de marzo fue el último día que recibieron a los visitantes a su bosque.

La temporada del avistamiento de luciérnagas, que sucede en los meses de junio, julio y durante las primeras semanas de agosto, se canceló. Los socios de Piedra Canteada no se desaniman. Ahora, se han impuesto un nuevo reto.

“Estamos pensando en una certificación en salud. Todos sabemos que vamos a tener una nueva realidad y las exigencias son mayores, pero haremos lo necesario por la seguridad de los visitantes nacionales e internacionales”, dice Juan José.

Las luciérnagas ocupan unas 40 hectáreas del bosque; en una temporada normal de avistamiento los visitantes caminan entre los senderos para disfrutar los destellos y la sincronización de sus luces.

 

 

⇒ Con información de La Vanguardia y Noticias Ambientales

Denisse Espinoza