¿Es posible curar el cuerpo con el poder de la mente?

 

La autora Danea Horn se comprometió consigo misma: “Vas a curarte a ti misma con tu mente”. Después de años de padecer una enfermedad debilitante, por no hablar de múltiples cirugías y un sinnúmero de citas con el médico, la autora Danea Horn se comprometió consigo misma: “Vas a curarte a ti misma con tu mente”.

Por desgracia, las cosas no funcionaron según lo previsto, ya que se encontró consumida por una sensación tan abrumadora de culpa por no ver ninguna mejora que terminó cambiando de rumbo y apoyándose en un enfoque más convencional, aunque todavía inspirado.

Irónicamente, la conclusión de Horn de que la mente no es algo a lo que se pueda o deba recurrir para curar el cuerpo no está muy lejos de lo que Mary Baker Eddy–la reformadora religiosa del siglo XIX que se acredita en gran parte con dar con esa idea– pensó ella misma.

Al referirse a la mente humana en contraposición a lo que ella llama la Mente divina o Dios, Eddy insistió que “esta mente no es un factor” en la curación del cuerpo.

Esto no quiere decir que ella rechazó por completo el papel de la conciencia de un individuo en la curación. Eddy vio una gran diferencia, sin embargo, entre una mente fija en –incluso intimidada por– una visión de la existencia predominantemente materialista y el pensamiento que está dispuesto a ver las cosas desde una perspectiva más inspirada divinamente.

“Desecha todas las nociones acerca de los pulmones, los tubérculos, la tisis hereditaria, o las enfermedades originadas por cualquier circunstancia”, sugiere Eddy en Ciencia y Salud, “y encontrarás que la mente mortal, cuando es instruida por la Verdad, cede al poder divino, que conduce el cuerpo hacia la salud”.

No solo encontró que este enfoque era eficaz para hacer frente a sus propias dolencias, sino también a las dolencias de los que vinieron a ella para curarse.

En declaraciones hechas el año pasado en el Commonwealth Club de San Francisco, Horn señaló la “necesidad profunda de control” que hace que la idea de usar nuestra mente para sanar nuestro cuerpo sea más atractiva. Pero es justo la renuncia a ese poder mental de agarre que Eddy vio como esencial para la curación. En otras palabras: “No se haga mi voluntad, sino la Tuya”.

La desventaja de tal noción es que podemos suponer que nos absuelve de cualquier responsabilidad, poniendo la culpa a Dios por todos y cada uno de los resultados, buenos o malos. Para Eddy, sin embargo, poner las cosas en manos de lo Divino no era un tipo de propuesta como: “Ten, hazlo Tú”, sino un reconocimiento consciente de su voluntad que opera en todos y cada uno, que nos da toda la capacidad de ver cualquier situación que estemos enfrentado bajo una luz de afirmación de la vida que induce a la salud.

La buena noticia para Horn es que está mucho mejor e incluso escribió un libro diseñado para ayudar a otras mujeres a lidiar con el estrés de la enfermedad. Curiosamente, de las 10 estrategias que esboza, su aliento a “encontrar la gratitud” hace eco de algo que San Pablo sugirió hace unos dos mil años que vincula este marco particular de la mente con una mejor salud:

Finalmente, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto piensen… y el Dios de paz estará con ustedes.